Agencias. – Jesús fue clavado en la cruz cerca del mediodía según el evangelio de San Juan. En Mateo 27,45, se lee: “Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, toda la tierra quedó sumida en oscuridad. A eso de las tres, Jesús gritó fuerte: ‘Elí, Elí, ¿lama sabactani?’ que significa: ‘¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?’ Algunos de los que estaban allí lo oyeron y decían: ‘¡Está llamando a Elías!’”. En ese momento, murió. Su muerte sorprendió hasta a Poncio Pilato, el prefecto romano de Judea, por lo rápida que fue.
El lapso de supervivencia generalmente fluctuaba desde cuatro horas hasta cuatro días, sin embargo los soldados romanos podían apresurar la muerte al partirle las piernas debajo de las rodillas al condenado. Así, al tener las piernas rotas, no podían elevarse para respirar y morían de asfixia.
En la ejecución también está presente José, “un hombre rico” de la ciudad de Arimatea y miembro respetado del Sanedrín. En uno de los Evangelios José de Arimatea no aparece descrito como uno de los seguidores de Jesús, sino como un judío piadoso que desea asegurarse que su cadáver sea enterrado de acuerdo con la ley judía, que no permite que se les deje expuestos de noche.
En el Evangelio de Marcos, José de Arimatea se limita a cumplir con los requisitos mínimos de la ley judía, envolviendo el cuerpo en un paño. Y en el Evangelio de Juan nos los describe como discípulo y le da a Jesús un entierro honorable en cuyo proceso es asistido por Nicodemo, quien compra una mixtura de mirra y aloe, aromas propios del ropaje de los entierros según la costumbre judía de la época (Mateo 27:57). Se dice de él que es “un hombre bueno y justo” que espera el Reino de Dios y “un discípulo de Jesús, aunque en secreto” porque les tiene miedo a los judíos.
De hecho, él no apoyó la decisión del tribunal que juzgó a Jesús (Lucas 23:50, Marcos 15:43 y Juan 19:38). En esta ocasión, José se arma de valor y le pide a Pilato el cuerpo, que pesaba en ese momento más o menos 33 kilos. La fragancia de las especias podría contrarrestar el mal olor y retrasar la descomposición. La gran cantidad de especias muestra que Nicodemo debe haber sido un hombre muy rico dado que eran generalmente importadas y muy caras.
Ya en la tumba José y Nicodemo pusieron el cuerpo de Jesús en una losa y “y lo envolvieron en telas de lino con las especias aromáticas” a la manera de los Judíos de la época de Jesús (Juan 19:40), que simplemente lavaban el cuerpo, la ungían con aceite, y lo envolvían con las vendas llenas de especias. Sólo la cabeza se deja libre para ser cubierta con un paño especial después de que el cuerpo estaba en la tumba. El rostro estaba envuelto en paños separados.
Hacen rodar una gran roca, la sellan. Y así quedó Jesús en el sepulcro.