Santo Domingo.- El expresidente de la República y presidente de la Fuerza del Pueblo, Leonel Fernández, hizo una advertencia al gobierno que preside Luis Abinader, sobre una posible epidemia económica que desate una peste social en el país.
A través de su más reciente artículo titulado “La peste del virus económico”, Fernández hace un análisis de la situación económica del país ante la pandemia de Covid-19.
Señala que “ el impacto económico de la crisis del coronavirus ha sido devastador para la República Dominicana. El año pasado se produjo una contracción de -6.7 por ciento del PIB, la mayor desde la Revolución de Abril de 1965, esto es, desde hace 55 años”.
“Evitemos que las modalidades de financiamiento de un presupuesto deficitario no se conviertan este año en el virus de una epidemia económica que desate una peste social en la República Dominicana”, concluyó su análisis Fernández.
La peste del virus económico
Por Leonel Fernández
El impacto económico de la crisis del coronavirus ha sido devastador para la República Dominicana. El año pasado se produjo una contracción de -6.7 por ciento del PIB, la mayor desde la Revolución de Abril de 1965, esto es, desde hace 55 años.
Eso significó que el PIB nominal en dólares, como recientemente publicó el Banco Central, disminuyera de 89 mil millones de dólares a 79 mil millones, una reducción de 10 mil millones de dólares.
Como sabemos, los sectores más afectados han sido los de hoteles, bares y restaurantes (turismo), con un derrumbe de -47 por ciento; construcción, -16.7 por ciento; minas y canteras, -13.6 por ciento; servicios, -11.9; transporte y almacenamiento, -9.5 por ciento; zonas francas, -6.6 por ciento; comercio, -4.2 por ciento; y manufactura local, con -3.7 por ciento.
Es preciso reconocer que desde el mes de octubre del año pasado, algunos de esos sectores, como construcción, zonas francas y manufactura local han iniciado un gradual proceso de reactivación.
Junto a la caída del PIB, sin embargo, se ha generado una grave situación de disminución de las recaudaciones, lo que ha dado lugar a un déficit fiscal equivalente al 7.4 por ciento del producto.
Eso es particularmente preocupante ya que aun desde antes de la pandemia, la República Dominicana presentaba la peor combinación en América Latina entre presión y gasto tributarios.
De una presión de 13.7 por ciento del PIB, muy por debajo del promedio latinoamericano de 21.0 por ciento, descendimos en el 2020 a tan solo 11.7 por ciento.
Pero el infortunio provocado por el Covid-19 no se detenía ahí. También incidió para una variación del tipo de cambio y, por consiguiente, para una devaluación del peso dominicano; a un aumento de la inflación o alza de precios que llegó a situarse a 5.6 por ciento, las más alta desde 2013; a un ensanchamiento del gasto; y a un incremento de la deuda pública.
En fin, un verdadero embrollo que no ha hecho más que generar retroceso, confusión e incertidumbre en un país que, aunque con algunos altibajos, había acelerado durante los últimos 25 años su proceso de cambio y transformación.
Impacto social
Según datos de la Cepal, como consecuencia de la pandemia, en el 2020, la pobreza, en la República Dominicana, pasó de 20.3 a 21.8 por ciento. El ingreso y el consumo disminuyeron. La desigualdad social aumentó. La tasa de ocupación laboral se redujo en un 8.8 por ciento.
Eso último representó, al tercer trimestre del año pasado, una destrucción de más de 866 mil empleos, algo único, sin precedentes en la historia nacional.
Todo eso ocurrió, por supuesto, como resultado de la suspensión temporal de actividades no esenciales, de las medidas de distanciamiento social y de confinamiento que debieron adoptarse para contener la propagación del virus.
Las mayores pérdidas de empleo se registraron en microempresas. Cerca del 80 por ciento pertenecen al sector informal. Pero, de igual manera, muchas del sector formal también fueron impactadas, afectándose de esa manera gran parte del tejido empresarial.
Frente al desmoronamiento económico y social ocasionado por la pandemia, el gobierno dominicano intervino aplicando políticas monetarias y fiscales expansivas, a los fines de desarrollar programas de protección social que mitigaran los efectos de la pandemia en los sectores más vulnerables de la población.
Entre esos programas se encontraban, como se sabe, los de Fase I, Fase II, que procuraban también hacer transferencias a trabajadores cesantes y a los que continuaron laborando en las empresas que se mantuvieron operando.
En adición, estaban los programas Pa`Ti, en favor de trabajadores independientes; y Quédate en Casa, de protección de hogares pobres y vulnerables.
El conjunto de esos programas tuvo un costo de más de 125 mil millones de pesos.
En tiempos de pandemia, la política monetaria se concentró en reducción de tasas de interés, liberalización del encaje legal para la liquidez del sector financiero y en facilitar recursos para la intervención del mercado cambiario.
El año de la peste
Si a la tradicional preciaria situación fiscal de la economía dominicana se le añade, para este 2021, una situación de menores recaudaciones y mayor gasto público parecería razonable formularse la siguiente pregunta: ¿Cómo va a continuar operando la economía dominicana en estos tiempos de pandemia?
En principio, resulta difícil imaginarlo. Esto así, porque de entrada se requiere más de 291 mil millones de pesos para financiar el presupuesto, el cual resulta deficitario.
Para hacerlo habría que realizar nuevas emisiones de bonos en los mercados de capitales y nuevos acuerdos con los organismos multilaterales, Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial.
Para el endeudamiento interno, se estima también un financiamiento a través de la colocación de bonos en el mercado local por más de 91 mil millones de pesos.
Eso, naturalmente, incrementará la deuda aún más, la cual ya se encuentra en cerca del 70 por ciento del PIB, comprometiendo la mitad de los ingresos tributarios en el de pago de sus intereses y amortización.
Sobre este particular, Fitch, la agencia calificadora de riesgo, manifestó en estos días su alta preocupación, declarando que “la deuda dominicana pasó de perspectiva estable a negativa.”
Lo que parece desprenderse de un análisis del presupuesto del Estado para este año, 2021, es que para procurar recursos y ejecutar las obras que se han prometido realizar, el gobierno tendría que, forzosamente, tomar una serie de medidas que resultan delicadas y riesgosas.
La primera podría ser la reducción de los servicios sociales, previsto en la disminución del gasto público para este año, de más de 137 mil millones de pesos. Eso, claro está, provocaría descontento y malestar social.
La segunda, no ajustar por inflación los salarios y pensiones, lo cual afectaría la base de la pirámide social, es decir, a los más vulnerables.
La tercera, sería un aumento de los ingresos, por más de 135 mil millones de pesos, los cuales se obtendrían en base a la venta de activos de la CDEEE y de Fonper por unos 76 mil millones de pesos.
Eso está aún por aclararse, pues implicaría una enajenación masiva de bienes públicos.
La cuarta sería un acuerdo de adelanto de pago de impuestos por los próximos dos años con la Barrick Gold por un monto de más de 8 mil millones de pesos.
Todavía faltan 51 mil millones de pesos previstos de ingresos que por falta de información del Ministerio de Economía y Planificación no se sabe aún cuál sería su fuente de procedencia.
El virus económico de la pandemia requiere de una vacuna que, por encima de todo, preserve los programas de protección social. Estos tienen para la sociedad dominicana el efecto del ventilador en las salas de cuidados intensivos.
En forma de crónica, Daniel Defoe, el destacado novelista inglés, escribió Diario del Año de la Peste, un novedoso relato en el cual narra la calamidad que estremeció a la ciudad de Londres en la segunda mitad del siglo XVII.
Evitemos que las modalidades de financiamiento de un presupuesto deficitario no se conviertan este año en el virus de una epidemia económica que desate una peste social en la República Dominicana.