Los buenos v.s. los malos.
Los honestos v.s. los corruptos.
Los capaces v.s. los incapaces.
Los expertos v.s. los populistas.
Las élites v.s. los desafortunados.
Los liberales v.s. los conservadores.
Los teóricos v.s. los pragmáticos.
Los socialistas v.s. los capitalistas.
Los técnicos v.s. los carismáticos.
Los estrategas v.s. los intuitivos.
Los jóvenes v.s. los viejos.
Lo correcto v.s. lo conveniente.
Lo posible v.s. lo necesario.
Los planes de gobierno v.s. los TikToks.
El Estado mediador v.s. el Estado paternal.
Los muchos v.s. los pocos.
Así nos sucede la política del post-Covid. Trasladándose entre polos que se repelen y son incapaces del ejercicio democrático de dialogar y consensuar. La política de los años ’20 es la de ganadores v.s. perdedores. Vivimos la era de los deseos múltiples, de las identidades fragmentadas, sin contenido salvo el rechazo al otro. El peso de los excesos de información nos atrinchera y nos moviliza, los unos v.s. los otros.