Tras días de incertidumbre, Joe Biden ha ganado las elecciones presidenciales de Estados Unidos, según la proyección de la BBC y de los principales medios de comunicación mundiales.
En los cuatro años de Donald Trump como presidente, las relaciones de Estados Unidos con el resto del mundo cambiaron profundamente.
Periodistas de la BBC en todo el mundo, desde Berlín a Pekín, pasando por Latinoamérica, explican cómo se ha recibido en los distintos países la noticia de la victoria de Biden y qué puede significar para sus relaciones con Estados Unidos.
Pudiera pensarse que Pekín estaría feliz con ver cómo Donald Trump toma el camino de salida. Como principal azote de China, le ha declarado una guerra comercial, le ha impuesto duras sanciones, y la ha culpado por la pandemia de coronavirus.
Pero algunos analistas sugieren que los dirigentes chinos podrían encontrarse ahora secretamente decepcionados. No porque tengan ninguna inclinación por Trump, sino porque su permanencia otros cuatro años en la Casa Blanca aleja la tentadora perspectiva de un premio mayor.
Divisivo en casa, aislacionista en el exterior, Trump parece la encarnación del declive del poder estadounidense, tan largamente anticipado y deseado en Pekín.
Fue un mensaje repetido en China por los boletines de televisión, controlados por el Partido Comunista. Se centraron no en la elección, sino en las protestas, el rencor y el aumento en los contagios de coronavirus que ocurrían al mismo tiempo.
China podría encontrar una ventaja en la voluntad de Biden de buscar la cooperación internacional en asuntos como el cambio climático. Pero también ha prometido restablecer las alianzas de Estados Unidos con sus socios tradicionales, lo que podría probar ser mucho más efectivo en la contención de las ambiciones de China de convertirse en una superpotencia que las políticas aislacionistas de Trump.
Y el triunfo de Biden plantea otro reto para el sistema político chino, carente de controles democráticos. Lejos de mostrar la decadencia de los valores estadounidenses, el relevo en el poder es en sí mismo una prueba de que esos valores permanecen.
Corea del Norte describió una vez a Biden como un «perro rabioso», pero ahora Kim Jong-un debe de estar haciendo cálculos cuidadosos antes de provocar al nuevo presidente de Estados Unidos, afirma Laura Bickeren Seúl.
Pareciera que el presidente Kim de Corea del Norte hubiera preferido otros cuatro años de Trump.
La reunión sin precedentes entre ambos líderes y los encuentros posteriores supusieron grandes oportunidades para colocar fotos en los libros de historia, pero dejaron poco contenido sustancial. Ninguna de las partes consiguió lo que quería de esas conversaciones: Corea del Norte ha seguido reforzando su arsenal nuclear y Estados Unidos ha seguido aplicando estrictas sanciones.
Joe Biden, en cambio, ha reclamado a Corea del Norte que muestre su voluntad de renunciar a su programa de armas nucleares antes de mantener ningún encuentro con Kim Jong-un. Muchos analistas temen que, a menos que haya muy pronto una invitación del gabinete de Biden para iniciar conversaciones con Pyongyang, podrían regresar los tiempos de «fuego y furia».
Puede que Kim quiera captar la atención de Washington con un retorno a los ensayos con misiles de largo alcance, pero no buscará elevar la tensión hasta el punto de que su ya empobrecido estado sea golpeado por nuevas sanciones.
Corea del Sur ya ha advertido al Norte para que no siga la senda de la provocación. Seúl ha sufrido a veces para manejar a Trump, pero el presidente Moon desea poner fin a la guerra de 70 años en la Península de Corea y ha elogiado a su homólogo estadounidense por haber tenido el «coraje» de verse con Kim.
El Sur estará muy atento a cualquier indicio de que Biden estaría por la labor de hacer lo mismo.
Un gobierno más previsible en Washington puede ser el lado positivo del triunfo de Biden para Rusia, explica Steven Rosenberg desde Moscú.
El Kremlin tiene un agudo sentido del oído. Así que cuando Biden identificó recientemente a Rusia como «la mayor amenaza» para Estados Unidos, se oyó alto y claro en Moscú.
Y el Kremlin también tiene buena memoria. En 2011, el entonces vicepresidente Biden dijo que si él fuera Putin no se presentaría a la reelección como presidente porque sería malo para su país y para él mismo. Putin no habrá olvidado eso.
Biden y Putin no forman una pareja ideal en el cielo de la geopolítica. Moscú teme que la presidencia de Biden signifique más presión y mas sanciones. Con un demócrata en la Casa Blanca, ¿puede haber llegado la hora de pagar la supuesta injerencia rusa en las elecciones de 2016?
Fuente: bbc.com